Como había comentado previamente sería valiente y conduciría por las carreteras del centro de Turquía. En resumen me fue bien, no hubo accidentes ni cosas raras, la historia larga es la siguiente.
Llegando al aeropuerto de Kayseri y tuvimos contratiempos, que ya Rox supongo platicara. Pero por fin, en una congelada noche estaba al volante de un Hyundai compacto transmisión estándar. Quien no lo sabe, soy un flojo amante de la transmisión automática, con años sin un auto estándar. Y si, se me apago en los primeros semáforos y la gente pitaba y gritaba en turco, yo sin entender. Pero no me rendí, fui hombre y seguí adelante.
La noche era muy oscura y gran parte de las carreteras estaban sin alumbrado. Tuve miedo, no lo negare. Por suerte el GPS no fallo, y nos llevo al destino, pero no por la ruta más óptima. Descubrí al día siguiente una ruta menos rural al día siguiente. El último segmento era locura, eran cerradas curvas con mucho, pero en serio, mucho declive en camino de piedra con un poco de nieve. ¿Mencione que había nevado? Las carreteras tenían un poco de nieve pero no nevó en el transcurso. Solo miraba el miedo de Rox. Estaba callada pero lloraba en su interior, como niña pequeña perdida en el mercado.
Fue buena experiencia, pero lo mejor fue en el día siguiente con el sol en el horizonte y extensas carreteras con exóticos paisajes. Desierto, formaciones rocosas caprichosas, montañas nevadas superando las nubes, pequeños poblados. Era hermoso el momento. Solo íbamos a ir a unos pocos lugares, pero la facilidad que nos proporciona el auto permitió ver muchos lugares más fuera del itinerario. Eso y que teníamos mucha gasolina, anécdota cómica que me da vergüenza contar.
Apartarse en alguna cuneta, tomar unas fotos y seguir adelante, era genial. Hubiera deseado manejar mucho más, que por cierto las carreteras libres de Turquía, al menos las que me toco, estaban en muy buenas condiciones. Inclusive los caminos mas rurales, que entre, tenían buena calidad. Lo único que fallaba era la iluminación, que fue raro porque si había postes con lámparas.
Cuando deje el auto en el estacionamiento del aeropuerto, pensé que sentiría un alivio por dejar una responsabilidad, pero más bien me dio tristeza por no poder seguir recorriendo el camino al volante. Tengo que planear un viaje en auto, con calma que lleve días y no la presión de querer llegar, sino tomar atajos que lleven un poco más lejos del destino final.
No te pierdas ninguna actualización
Suscribete a la lista de correo y recibe nuestras novedades.
Continua leyendo con nosotros. Podrían interesarte los siguientes artículo: