Eran alrededor de las seis de la mañana y las campanas de la iglesia empezaron a sonar sin control, seguidas de los cuetes y por si fuera poco se escuchaba la tambora, después de la gran celebración tenían que despertar a la gente para que empezaran a poner los tapetes de aserrín. Afortunadamente yo era visitante y podía continuar en la cama, intentamos dormir pero el ruido lo impedía por lo que preferimos levantarnos para ver a la gente trabajar en los tapetes. ...
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