Como les había comentado en mi post anterior un factor determinante para elegir Perú como destino fue el precio del vuelo, ya una vez decidido era momento de hacer un poco de investigación para organizar el itinerario. Realmente Geo la hizo yo solo dije”quiero ver alpacas”. Aunque al principio Perú no pintaba dentro de mi lista de lugares a conocer después de tener el itinerario pintaba como un buen lugar.

El primer día fue un poco pesada la misión. Era salir de México a las 5:00 am y llegar a nuestro destino, con suerte, antes de media noche. Un día largo día lleno de cervezas de cortesía y comida de avión.

¿Qué hay en Puno? Además de un alta posibilidad de sufrir el mal de altura y facilidad para tomar té de hoja de coca. Eue en la defensa de todos los turistas que hemos sufrido este malestar les diré que simplemente es necesario. Cuenta con un hermoso lago llamado Titicaca que sirve de punto de partida para visitar las islas flotantes de Uros y darte una idea de lo que significa el día a día en una isla flotante.

Puerto de Puno, listo para viajar

Interior del bote

Para llegar a estas islas tienes dos opciones la primera es reservar un tour y que pasen por ti hotel o la segunda hacer el viaje por tu cuenta que sinceramente no es nada complicado. Iniciamos nuestra caminata matutina de casi dos kilómetros para llegar a el puerto y poder tomar el barco que nos llevaría a las islas flotantes. En estos casi dos kilómetros ya había descubierto que toda esa música estilo Wendy Sulca era popular realmente, que les encanta el pollo rostizado (no los culpo, es delicioso), que la cerveza era Cusco y que la quinua también sirve para hacer agua fresca.

Lago Titicaca

Antes de llegar al puerto se acercó un señor ofreciendo los boletos para el viaje. Como ya había leído acerca de los precios sabía cuánto “era lo justo” para mi sorpresa ni siquiera intentaron estafarnos. El precio que pagamos se encontraba en el rango y la negociación fue rápida. Nos dijeron que teníamos que esperar un poco a que se llenará el bote para poder partir. Lo triste es que cuando llegamos éramos los primeros, le preguntamos al “capitán” o encargo del barco si podíamos ir a comprar agua en lo que se llenaba el barco a lo que tuvimos una respuesta positiva, caminamos rápido y menos de cinco minutos regresamos pero el bote no se veía después nos percatamos que era porque ya estaba avanzando, corrimos y afortunadamente lo alcanzamos.

Llegando a las islas

Cómo elegimos la opción no turística el bote estaba lleno de peruanos. Éramos los únicos extranjeros y gracias al idioma fue fácil hacer amigos. Una pareja que nos comentaba lo mucho que les gustaría visitar México y conocer a Yuya, así es no tequila, no mariachi, no comida…..solo Yuya.

Al llegar a las islas flotantes de Uros puedes visitar una o varias, podría decir que el promedio son tres. En cuanto el bote se acerca ya están los Uros listos para recibirte agitando sus manos y diciendo “Hola” en urano ¿o quechua? Realmente es quechua. Al llegar te invitan a tomar asiento y te enseñan su saludo en quechua, después te explican un poco del rol de los hombres y las mujeres, la forma en la que pescan y cocinan, te invitan a conocer una de las casas.

Totoras atacando

Explicando cómo se hace una isla

Posterior a esto te invitan a comprar sus artesanías que en su mayoría son bordados, vi varios hermosos pero siempre tengo el mismo dilema ¿donde los voy a poner? Así que decidí buscar algún recuerdo, me acerque a ver unas figuritas y enseguida me dieron el precio, que por cierto me parecía correcto pero seguía observando para decidirme por una de ellas. Ese silencio lo percibieron como un tipo de regateo porque de repente el precio había bajado cinco soles y ya me estaban poniendo una pulsera tejida de cortesía. Better than expected. Ya con el trato del siglo estaba contenta con mi adquisición y con mi forma involuntaria pero super efectiva de regateo.

Bordados

Vendedora Uro

La vista desde las islas es hermosa, nos tocó un día soleado y despejado que permitía apreciar el reflejo de las nubes en el agua azul lo único que falta para tener una vista perfecta era alguna alpaca marina. Llevaba casi medio día en Perú y aun no veía alpacas. Lo bueno es que contaban con unos botes de totora diseñados para los turistas, que al ver cómo se movían dije no gracias.

Foto del recuerdo

Al regresar al puerto ya había varios restaurantes abiertos y varios locales que ofrecen artesanías, decidimos continuar nuestro camino y con suerte toparnos con un buen cebiche (como lo escriben los peruanos) No soy precisamente fan del cebiche pero por la fama que tenían había que intentarlo. Llegamos a uno cerca del hotel y sin duda era delicioso yo me decidí por un chicharrón de trucha y quedé encantada. Solo me hizo falta un poco de picante.

Tranquilidad al regreso

Cebiche para cerrar

Horas después continuamos con nuestra caminata para conocer más de Puno y en mi caso para conocer el mal de altura pero nada que un té no pudiera cuidar. Básicamente esa fue nuestra estancia en Puno que a pesar de ser un pueblo pequeño vale la pena visitarlo.